PREJUICIO Y DESHONOR

20-4

20 de enero……………………………y entonces sucedió que……………………………

………Miguel está enamorado de su prima Narcisa, a la que todos, en aquel pequeño pueblo colombiano de Sucre, llaman Nacha. Es un amor inocente, infantil, platónico, pero a ojos de los demás es un amor, de esos imposible, que constituye algo prohibido, por lo que lo mantienen en secreto desde que han cumplido los nueve. Miguel vive en casa de sus tíos, bajo el mismo techo que Nacha. Un día, el padre los sorprendía dándose un beso en los labios, de esos de los llamados furtivos, y decidía echarlo de casa, de regreso con sus padres, a casa de su cuñada Ana Paz, la hermana de su mujer, a la finca de Magangué donde ambos trabajaban.

Aquello, lejos de suponer el final de su amor por ella, lo acrecentaría todavía aún más si cabe, jurándole, antes de irse, amor eterno y la firme promesa de regresar algún día con el dinero suficiente para casarse con ella, aunque fuera contra la voluntad de todos.

Y así, de esta forma Miguel Reyes Palencia sin dejar de pensar ni un solo día en su amor, en su prima Narcisa Velilla Palencia se fue a ganarse la vida,  “a hacer plata”, como vendedor de mercancías entre los principales pueblos de la región colombiana de la Mojana, recorriendo el Chaco, Barraca, Ancarani, Aguachica, Ocaña, Sincelejo y Barranquilla, y de paso, con el transcurso del tiempo, crecer y hacerse hombre.

En Magangué sin embargo Miguel pronto conocería varias mujeres que le acabarían dando merecida fama de conquistador y de rompe corazones. Con una de aquellas amantes, Enriqueta Obregón, acabaría teniendo una relación intermitente y pasional que duraría muchos años, a lo largo de su vida, y con quien tendría una docena de hijos.

Ninguna de aquellas amantes temporales pondrían fin a su deseo prohibido, siéndole imposible olvidar a aquella que, a pesar del tiempo transcurrido, seguía ocupando un lugar especial en su corazón.

De regreso a Sucre, hecho un hombre y con “plata” más que suficiente en los bolsillos, volvía con la firme intención de buscar a su prima para casarse. La desolación sin embargo se apropiaba de él cuando conocía entonces que su querida Nacha ya había contraído nuevas nupcias, hacía ya algún tiempo, contra su voluntad, con un hombre elegido por su tío.

Despechado quiso el destino, o la casualidad del momento, que encontrase a Margarita, dos años menor, herida de amor, como él, que por aquellos días, tras haber mantenido una relación amorosa con Cayetano y tras cinco años de noviazgo, aquel le anunciaba su deseo de querer irse a estudiar lejos, a Bogotá, a 900 Km de allí, a más de veinte horas en coche, abandonándola sin más miramientos.

Sí que es cierto que tras aquellos cinco años de noviazgo ella podría haber reclamado a sus hermanos que impidieran a Cayetano abandonarla, pero jurando, como ambos lo hacían, que la virginidad de la novia, después de aquellos años se mantenía intacta (a pesar de las habladurías de gran parte de los sucreños) ella no se quiso interponer a sus deseos.

Miguel en un arrebato, sin conocerla de nada, sin saber de aquella joven de buen ver más que se encontraba en su mismas circunstancias, le proponía matrimonio que sin vacilar lo más mínimo ella aceptaba casi de inmediato.

Estando en el Hotel Yaya, donde se hospedaba Miguel en Sucre, algo más calmado quiso retirar su oferta sobre aquel absurdo arrebato matrimonial que, ante su sorpresa, ella no aceptaba, advirtiendo rápidamente a sus hermanos, que se le presentaban en el Café Imperial donde se encontraba, sin darle tiempo a razonar las cosas, conminándole, de malas maneras, a cumplir con aquella promesa.

El 20 de enero, de un día como hoy, de 1951, el mismo día en el que Miguel Reyes Palencia cumplía veintinueve años, se celebraba el matrimonio con Margarita Chica Salas.

Dos días más tarde, el lunes 22, Miguel llevaba a Margarita, a casa de sus padres, sujetándola del brazo, creando gran revuelo a su paso. Al parecer, tras dos días intentando consumar el matrimonio, dando la recién casada largas al ansioso novio, esta no era virgen, como afirmaba, devolviéndola con deshonor a sus familiares, dándole un pequeño empujón en la entrada de la casa y susurrándole al oído a su suegra, -“su hija no es tan señorita, como prometió”-.

El escándalo estaba servido. Los hermanos presionaron a Margarita para que les contase la verdad, confesando haber mantenido relaciones con Cayetano, durante aquellos años de noviazgo. Tras esto, Víctor, Joaquín y Remberto salían en busca de aquel al que acusaban de haber deshonrado a su hermana, «anunciándolo voz en grito a los cuatro vientos», -“cuando lo encotremo’ lo vamo’ a matar”-, con la intención de que alguien pudiera, de alguna manera, detener lo que venían «obligados a hacer» ante la mirada de todo un pueblo. Pero nadie hizo nada por evitarlo.

En el “Callejón de las Cortinas”, contiguo a la plaza principal de Sucre, aquella mañana del 22 de enero, Cayetano Gentile Chimento moría asesinado al recibir dieciocho puñaladas mortales que le asestaban los hermanos Chica Salas.

El 28 de abril de 1981, el hijo de Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez, al que todos llaman Gabo, vecino de la localidad de Sucre, recogía este suceso en una novela que llevaría por título, -“Crónica de una muerte anunciada”-. La demora en su publicación (más de treinta años) fue debido a la promesa que el escritor, Gabriel García Márquez había hecho a su madre de no hacerlo mientras que siguiera con vida su amiga, Hermelina Salas, la madre de Margarita.

En la novela, el personaje de Miguel es Bayardo San Román, Margarita Chica es Ángela Vicario, los hermanos Víctor y Joaquín son Pedro y Pablo Vicario y Cayetano, la víctima, aparece en la novela como Santiago Nasar.

Tras este suceso Miguel regresaba a Magangué a los brazos de Enriqueta a la que prometía matrimonio cuando él enviudase (algo que nunca sucedería) y Margarita abandonaba Sucre para fijar su residencia en Sincelejo, donde se haría diseñadora de modas. Cuentan que tras fallecer Enriqueta, Miguel y Margarita acabaron viéndose de vez en cuando, sin llegar a vivir juntos. Los hermanos Chica, tras permanecer un tiempo en prisión, eran declarados inocentes, al haber actuado bajo intensa «ira y dolor», siendo puestos en libertad, en un crimen en el que el juez instructor, ante la falta de pruebas contra Cayetano, contando tan solo con el testimonio de la que había sido su novia, escribía de su puño y letra;

 -“Dadme un prejuicio y te moveré el mundo”-

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