UN ENCUENTRO PARA LA POSTERIDAD

17FEBRERO

17 de febrero………………………….y entonces sucedió que……………………………

………dicen que es originario de Sinope, una colonia jonia ubicada en el mar Negro, territorio perteneciente a la actual Turquía. Su padre, Hicesias, era un banquero acomodado que le enseñó el oficio y del que aprendería a falsificar moneda, según contarían ellos después, justificando así su error, siguiendo órdenes del oráculo de Delfos «para invalidar la moneda en curso», siendo al ser descubiertos en su delito, desterrados.

Fijaba Diógenes su residencia en Atenas, siguiendo, casi de inmediato, las enseñanzas de un discípulo de Sócrates, el filósofo Antístenes, fundador de la escuela de los “cínicos (Kynicós)”, llamados así por ser este el nombre del gimnasio, el Kynosarges (“El perro veloz”), el primer lugar desde el que este maestro empezaría a enseñar.

Cada escuela tenía su propio escenario. A la ya aludida de Antístenes, en un gimnasio, Sócrates, elegiría las plazas públicas, Platón, establecía su escuela en el gimnasio de la Academia, mientras que Aristóteles prefería hacerlo en el Liceo.

La escuela de los cínicos abogaba por llevar una vida sencilla, austera y de mucho sacrificio, con la renuncia más absoluta a los bienes materiales, de autodominio y privación de los placeres sensuales.

Diógenes lo llevaría al límite, viviendo como un vagabundo, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud moral, caminando descalzo y semidesnudo llegando a ser famoso por sus excentricidades. De hecho, el propio Platón llegaría a afirmar de él que, «era un Sócrates que había enloquecido». Un discípulo suyo Crates de Tebas, fundaría el estoicismo.

Y es que Platón ya había sufrido en su propia persona cómo se las gastaba este tan singular personaje. Cuentan que en cierta ocasión, al pasar por la “Academia” y ver como Platón defendía ante sus alumnos, allí congregados, que el hombre era “un animal bípedo sin plumas”, Diógenes, desplumaba un gallo que echaba en medio de la escuela al grito de; «¡Ahí va un hombre de Platón!».

En un viaje en barco, en el que se dirigía hacia la isla de Egina, en medio del golfo Sarónico, fue capturado por unos piratas, que lo acabarían vendiendo como esclavo en Creta. Cuando en el mercado de esclavos le preguntaron a qué se dedicaba, qué era lo que sabía hacer, aquel contestaba que “mandar y gobernar hombres” por lo que fue comprado por Xeniades, de Corinto, que necesitaba un tutor para sus dos hijos.

Realmente llegaría ser muy querido y respetado en aquella casa de la que sería liberado poco tiempo después, pasando a vivir, desde entonces, en una simple tinaja, rodeado de perros denunciando los vicios de la sociedad que le rehuía.

Fue durante el segundo día del octavo mes del calendario ático de la Antigua Grecia, el de Antesterión, de un actual 17 de febrero, de un día como hoy, de 335 a.C., cuando Alejandro Magno, tras la muerte de su padre Filipo II, era nombrado por la denominada «Liga de Corinto» comandante del ejército griego.

Antes de partir a la conquista de Asia, tuvo Alejandro noticias, a través de quien había sido su maestro y tutor, Aristóteles sobre la existencia de este peculiar personaje que vivía en una tinaja abierta como casa y del que a pesar de sus excentricidades, se decía, tenía un pensamiento de los más lúcidos.

Y allí, en su habitual lugar, recostado, en plena calle, semidesnudo, recibía la visita de quien estaba un día llamado a ser el dueño del entonces mundo conocido, que ante aquel, se presentaba;

-«Hola, soy Alejandro. Quería demostrarte mi admiración. Pídeme lo que desees o necesites. Puedo darte cualquier cosa, la que quieras»-, al tiempo que aquel, levantando una de sus manos, le espetaba; –“Solo te voy a pedir una cosa, quítate de donde estás que me estás tapando los rayos del sol”–.

En Corinto, ubicada en la plaza central de Kalamia, existe una escultura realizada por Achilles Vassiliou que inmortaliza este momento, y que lleva por título “la charla de Alejandro Magno con Diógenes”.

En la actualidad con el término, acuñado en 1975, por los doctores Anthony Clark, Ian Gray y Ganesh Mankikar de “Síndrome de Diógenes”, basado en un estudio de Archibald W. Beatson que llevaba por título –“la pobreza imaginaria”–, cuyo comportamiento sería descrito por Duncan MacMillan y Patricia Shaw en 1966, se hace referencia al trastorno del comportamiento que suele darse generalmente en personas solitarias y de avanzada edad, que presentan una conducta con tendencia a acumular, compulsivamente, grandes cantidades de basura en sus domicilios, viviendo voluntariamente en condiciones de pobreza extrema, a pesar de poseer medios económicos para mantener mejores condiciones de vida.

Tras este encuentro, a pesar de la tensión vivida, Alejandro llegaría en cierta ocasión a afirmar que de no haber sido él, le hubiera gustado ser Diógenes.

Igual que aquel que lo compró en el mercado de esclavos y lo metió en su casa para que fuera durante un tiempo el tutor de sus hijos que cuando le preguntaban decía;

-“ Yo solo puedo decir que, un buen espíritu entró en mi casa»- (Xeniades).

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