DUELO EN «VADUZ»

280402

28 de abril……………………………..y entonces sucedió que……………………………

……………….el 28 de abril, de un día como hoy, de hace ciento treinta y un años se presentaba, en el edificio vienés de la Rotunde, el cartel anunciador de -“La Exposición internacional de Música y Teatro”-, basado en un boceto del pintor Gustav Klimt, sobre aquel acontecimiento que daría comienzo en nueve días, el 7 de mayo, con una duración prevista de cinco meses, hasta el 9 de octubre, conmemorando así, de alguna forma, el cuarto centenario del descubrimiento de América.

Pronto quedaría patente, de una manera más que evidente, la tensa relación existente entre quien ostentaba la presidencia honoraria de aquel evento, la princesa Pauline von Metternich y quien detentaba la presidencia de su comité organizador, esposa de un aristócrata alemán, la condesa Anastasia Kielmannsegg, originaria de Besarabia, territorio arrebatado por los rusos al Imperio Otomano en 1812, y a la que le encantaba, al parecer, allí a donde iba ser el centro de atención.

-“Quién se ha creído que es la rusa esta!”- gritaba una más que encolerizada princesa al llegar a su palacio residencial en el distrito 3 vienés, tras haber tenido una fuerte discusión con aquella, provocada, según algunos testigos, por unos arreglos florales decorativos, aparentemente sin importancia, pero por los que casi habían acabado llegando a las manos.

No había nadie en toda Viena que a las pocas horas no tuviera noticias sobre aquel asunto entre la princesa y la condesa, consideradas por aquel entonces dos personajes de los más influyentes de la aristocracia vienesa y por extensión de todo el panorama europeo.

La princesa Pauline, procedente de la nobleza húngara, en junio de 1856, hacía ya treinta y seis años, había contraído matrimonio con su tío materno, el embajador de Austria en París, el príncipe Richard von Metternich. Allí, en la capital francesa, los Metternich pasarían once fantásticos años, hasta el comienzo de la guerra franco-prusiana, en 1870, año en el que se vieron obligados a regresar de nuevo a Viena.

En París, Pauline, acabaría siendo considerada toda una celebridad, una personalidad destacada de la corte del emperador Napoleón III y de su esposa, Eugenia de Montijo, de la que además de buena amiga acabaría siendo su confidente.

Convertida en la musa del diseñador Charles Worth, considerado el padre de la alta costura, los modelos que ella llevaba acababan siendo copiados por el resto de las damas de la alta sociedad francesa, llegando a ser, con ese espíritu desenfadado que le caracterizaba, un verdadero referente, un icono de la moda, enseñando a aquellos aristócratas a patinar y a sus delicadas mujeres a fumar cigarros en público sin complejo alguno.

A su regreso a Viena marcaría las últimas tendencias sociales, culturales y artísticas. Amiga personal de escritores como Alejandro Dumas, de músicos como Franz Listz o Richard Wagner sería considerada por todos como una gran mecenas.

Así que a sus cincuenta y seis años cumplidos, no iba a consentir que nadie le restase una mínima pizca de protagonismo. En realidad el trasfondo no tenía nada que ver con aquella cuestión decorativa, sino tratar de imponerse y de averiguar quién de las dos marcaba tendencia en la corte.

La tensión fue en aumento durante los meses siguientes, con el evento ya en marcha, «la Ausstellung Fur Musik und Theaterwsen» a pleno rendimiento, ambas damas trataron de evitarse y no coincidir, a la vez, en el mismo lugar.

Hasta que sucedió lo inevitable. Cierta tarde de aquel verano de 1892, se topaban una frente a la otra. Momento que aprovechaban para reajustar aquellos “me han dicho, que has dicho sobre mí”, acabando, esta vez sí, por perder del todo los papeles y finalizar retándose a un duelo en la localidad de Vaduz (Liechtenstein), situado a seiscientos kilómetros de distancia al oeste de Viena, desde hacía veintiséis años principado independiente, y por tanto, territorio neutral, que se acabaría llevando a cabo el 23 de agosto.

Duelo organizado por la baronesa Lubinska, licenciada en medicina y que aconsejaba a ambas a batirse en top less, para evitar así la infección de las heridas por corte de espada en contacto con el tejido de las ropas, algo con lo que las dos estuvieron de acuerdo.

Se conoce a este suceso como el primer “duelo emancipado”, porque todos quienes de manera directa o indirecta participaron fueron mujeres. Pauline y Anastasia y sus madrinas, la princesa Schwarzemberg y la condesa Kinsky, y la juez de este peculiar enfrentamiento, la aludida baronesa.

La princesa Pauline sufrió un pequeño corte en la nariz, que contrarrestó con habilidad antes de que aquella retirase su brazo, asestándole un corte algo más profundo en el mismo. Sangrando ambas, sus escoltas sugirieron, para dar por concluido aquel asunto, que las contrincantes se dieran un abrazo y un beso, algo con lo que estuvieron de acuerdo.

Se dio por vencedora de aquel lance a quien hirió de mayor gravedad a su adversaria, siendo declarada ganadora la princesa Metternich que a partir de aquellos momentos decidiría sin oposición las flores que deberían colocarse durante el mes y medio que restaba de Exposición.

Pauline, a sus cincuenta y seis años y Anastasia a sus cuarenta y dos, a partir de ese día se hicieron amigas.

Una princesa que dejaría entre muchas para la posteridad una frase mil veces imitada: 

-“No soy bonita, soy peor (Je ne suis pas jolie, je suis pire)”-. Paulina Clementina de Metternich-Winneburg

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