19 de mayo………………………….y entonces sucedió que…………………………….
………el 19 de mayo de 1914 el servicio de inteligencia británico detectaba un ligero aumento de tensión, en la ya de por sí difícil región de los Balcanes, con una Serbia consciente de que la única manera de conseguir su ansiada salida al mar Adriático era anexionándose Bosnia-Herzegovina, ocupada por el Imperio Austro-Húngaro. Los servicios secretos recibían información sobre un plan que tenía previsto el asesinato de Oskar Potiorek, gobernador austriaco en Bosnia, por lo que mandaban movilizar una parte de su ejército ante tal preocupante información.
El plan serbio finalmente no se llevaría a cabo al tener noticias de la visita a Sarajevo (capital de Bosnia) del mismísimo archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del emperador Francisco José I, previsto para el día 28 del mes siguiente, el de junio y cuyo asesinato acabaría por desencadenar el inicio de una de las dos peores y más cruentas guerras vividas.
La carrera armamentística, llevada a cabo por todas las potencias europeas, había conferido la sensación, a todas ellas, de un dominio aplastante de sus efectivos sobre las demás, por lo que existía el pleno convencimiento de que si finalmente estallaba un conflicto, en pocos meses estarían de regreso en sus casas (algo que evidentemente no sucedería).
El asesinato del heredero desencadenaría el inicio de la guerra a finales del mes de julio. Patrick Fowler, soldado británico, perteneciente al Décimo primer batallón de Húsares del regimiento de caballería del príncipe Alberto, de treinta y ocho años, veterano curtido en mil batallas, en agosto era enviado al frente, a Le Cateau, en Francia, para enfrentarse a los alemanes del general von Kluck, que se desplegaban con tal contundencia por la zona, que acabaron obligando al ejército británico a retroceder y desperdigarse.
Perdido por unas tierras que no conoce, deambulando de noche por aquellos bosques de Saint-Benin, Reumont y Troisvilles, evitando encontrarse con las tropas alemanas, de las que se oculta, pasaría los siguientes cuatro meses.
Aquella guerra de trincheras, en la que se lucharía por cada palmo de tierra, acabaría eternizándose cuatro largos años.
La noche del 14 al 15 de enero, muerto de hambre, de frío, exhausto, Patrick Fowler perdía el conocimiento. Al amanecer, aquel viernes 15 de enero, un agricultor de la zona, Louis Basquin, encontraba su cuerpo, pensando en un primer momento que estaba muerto. Tras comprobar activas sus constantes vitales lo llevaba a casa de su suegra, Marie Belmont-Golbert que vivía con su hija Angele, en una granja cerca de allí en Bertry.
Bertry quedaba alejada de la zona de influencia alemana por lo que en un primer momento no había por qué alarmarse o temer. Durante las semanas siguientes aquel soldado pudo descansar y recuperarse, hasta que de pronto, saltaba la voz de alarma por toda la localidad, anunciando la llegada de las tropas teutonas.
Cierta mañana hacían acto de presencia en casa de la señora Belmont un grupo de soldados alemanes que confiscaban, de los dos pisos de aquella vivienda, la parte superior. Antes de dejar pasar a los soldados, Angele, la hija, esconde a Patrick en un armario de la cocina de apenas un metro y medio de alto por medio metro de profundidad, donde sentado con las rodillas pegadas al pecho queda escondido.
Una vez instalados, los alemanes bajaban a la cocina sentándose en una mesa, a escasos metros de dicho mueble, dispuestos a comer algo. Un lugar en el que encontrándose a gusto pasarían gran parte de sus días, bien fuera para desayunar, comer o cenar o simplemente tomar café y charlar, siempre con el temor de que la curiosidad moviera a algunos de aquellos a indagar por sus armarios.
Fowler mantendría la concentración en todo momento. Un estornudo, un falso movimiento, una simple tos, podría delatar su presencia y poner en peligro, no solo su vida, sino de las dos mujeres que le estaban ayudando.
Cuando los oficiales subían al piso superior para descansar o abandonaban la casa, él salía de su escondite para estirar su doloroso cuerpo agarrotado y entumecido. En cuanto oía que alguien venía, volvía a meterse en aquel armario.
Patrick Fowler pasaría los siguientes cuatro años encerrado día sí y día también en aquella alacena de la cocina, saliendo por la noche, cuando aquellos dormitaban, a la cuadra de la granja para estirar las piernas y poder comer algo. Una tarde la señora Belmont tuvo una intuición y escondió al soldado en otro lugar. Ese mismo día uno de los alemanes abría el armario llamado por la curiosidad sin encontrar nada más que manteles y trapos sucios
Había días que se ocultaba en el granero, pero al estar a la intemperie las condiciones eran mucho más duras, siendo además un lugar en el que podía ser visto con mayor facilidad.
El gobierno británico, a través de su Ministerio de Defensa remitía a la señora Fowler, Edith, la notificación de “viuda de guerra” agradeciendo a su soldado, caído en acto de guerra, los servicios prestados, al darlo por muerto sin tener noticias de él.
El 10 de octubre de 1918, tras 1364 días, los alemanes abandonaban la granja ante la llegada inminente de unas tropas aliadas que se personaban en la ciudad a las pocas horas, anunciando el final de aquel conflicto cuyo armisticio se declararía oficialmente un mes más tarde, el día 11 de noviembre.
Cuando los británicos encontraron a Patrick Fowler, vieron a un hombre muy envejecido, con el pelo canoso, muy delgado, los ojos hundidos, y en estado de máxima debilidad. Tuvo que contar su desventura para no ser acusado de un delito de deserción.
Divulgada esta historia, aquel guardarropa sería comprado por Sir Charles Wakefield que lo donaba al Museo Imperial de la Guerra, situado entre las calles Lambeth y Kennignton de Londres. Un mueble que actualmente sigue en exposición https://www.iwm.org.uk/search/global?query=wardrobe+Patrick+Fowler
Marie Belmont-Gobert fue distinguida con la Orden del Imperio Británico. El propio Fowler le dedicaría unas palabras de agradecimiento señalando que; —“Las buenas personas existen y existirán siempre. Gracias a ella, yo salvé la vida”—. Y es que, para ser buena persona, basta tan solo “querer serlo”, ya lo dijo Séneca;
—“Gran parte de la bondad consiste en querer ser bueno”—