EL LEAL HACHIKO…

PORTADA21MAYO

21 de mayo……………………..y entonces sucedió que…………………………………

……………….ha nacido en una granja próxima a la ciudad de Odate en la prefectura de Akita el pasado 10 de noviembre de 1923. Es un ejemplar macho, de esta raza típica de perros desde hace más de tres mil años, del norte de Japón, utilizados en su día por los guerreros samuráis como perro de defensa y por su bravura empleados para la caza de osos. No tiene ni un mes de vida y alojado en una pequeña caja de cartón es enviado hacia el sur, a la estación de Shibuya, de la ciudad de Tokio, a unos seiscientos cincuenta kilómetros de distancia, en un largo recorrido, de unos dos días de duración, de trayecto en tren.

Al arribar a aquella estación de destino y proceder a descargar los equipajes, el perrito permanece inmóvil dentro de aquella caja, de tal forma que los operarios llegan a creer que el can no ha sobrevivido a aquel viaje, dejándolo en un rincón de aquel andén de la aludida estación.

Una estación por la que transita diariamente el profesor del Departamento de Agricultura de la Universidad de Tokio, Hidesaburo Ueno, para acudir desde su casa al trabajo y regresar a ella al entrar la tarde. Ese mismo día a la vuelta de la Universidad al descender del tren, el profesor ve la caja al lado de uno de los bancos situados en el andén, a la espera de ser retirada por los trabajadores de la estación y movido por la curiosidad al echar un vistazo en su interior tiene la sensación de ver lo que en un primer momento le parece que es un pequeño peluche.

Al acercar su mano se da cuenta que aquello tan pequeño, es un cachorro que todavía mantiene sus constantes vitales por lo que decide llevárselo a casa para darle unas primeras atenciones básicas. Es un ejemplar de perro Akita que no tardará mucho en recuperar fuerzas y al cabo de pocos días realizar sus primeras carreras con esas frágiles patitas que por su forma le recuerdan al símbolo kanji japonés que representa al número ocho (leído hachi) por lo que decide llamarlo así.

Eso sí, advirtiendo a su pareja, Yaeko Sakano, que en cuanto el perro tuviera fuerzas y se encontrase recuperado del todo le buscarían un mejor acomodo, porque él allí no quiere “perritos de ninguna clase”.

Suele pasar con este tipo de actitudes, de los que en principio no quieren saber nada de tener perros en casa que por lo general acaban creando, con aquellos, poderosos vínculos, y este iba a ser uno de estos claros ejemplos de conexión instantánea entre aquel perro y el profesor.

Hachi, como si lo supiera, fue ganándose su confianza y sin necesidad de que nadie se lo enseñara comenzó una buena mañana a acompañar al profesor a la estación, despidiéndole en el andén para, a su regreso, puntual volver a estar allí esperándole. Todos los días, como un ritual, el profesor y su perro iniciaban su paseo hasta el tren y por la tarde, a la misma hora, el perro volvía a la estación de Shiyuba para esperarle y regresar juntos a casa.

En uno de aquellos trayectos dicen que han visto al profesor hablando con Hachi, su perro, señal de la buena sintonía que han ido creando durante este año y medio de idas y venidas de casa a la estación y de la estación a casa volviéndose casi inseparables.

El 21 de mayo, de un día como hoy, de 1925, el profesor Hidesaburo Ueno fallecía dando clase en la Universidad Imperial de Tokio víctima de una hemorragia cerebral. Esa tarde Hachi acudía como de costumbre a la estación a esperarle como venía haciendo los días de entre semana los últimos dieciséis meses.

Al día siguiente volvía acudir a esperar a su amigo que no regresaría más, sentándose en aquel andén esperando verlo bajar del tren. Durante días, meses y años Hachi fue a esperar al profesor a la estación de Shibuya.

Los comerciantes de la zona, y viajeros habituales admirados por la inquebrantable fidelidad del can comenzaron a llamarle el “leal ocho”, añadiendo a su nombre el sufijo Ko cuyo significado es precisamente el de lealtad, Hachiko.

Algunos intentaron llevárselo a casa para cuidarlo mejor, pero Hachiko, cada tarde regresaba a aquella estación a esperarle, por lo que comenzaron a llevarle comida y agua.

Siete años más tarde, el martes 4 de octubre de 1932 el diario japonés Asahi Shimbun publicaba un artículo en el que contaba la historia del leal Hachiko despertando la curiosidad y el interés de todo un pueblo que le brindaba un homenaje erigiendo una estatua en las mismas puertas de entrada de la renovada estación de metro, contando con la presencia del mismo cánido, realizada por Teru Andu.

La Universidad de Tokio también quiso sumarse a esta iniciativa y a las puertas del campus tallaba otra en la que se veía al profesor siendo recibido por su inseparable perro, obra del artista Tsutomo Ueda.

Casi diez años después de la muerte del profesor, el 8 de marzo de 1935, Hachiko fallecía en las inmediaciones de la estación.

Durante esos casi diez años no dejó, ni un solo día, de acudir a esperar a su amigo…

No es este el único caso de lealtad canina. Hay cientos de ellos, como el del perro Canelo en Cádiz (sobre el que ya hay realizada una reseña en su día, https://sucedioque.com/2017/12/10/canelo-el-perro-de-todos-los-gaditanos/), Bobby en Edimburgo, Escocia, el perro de John Gray que pasó catorce años sobre la tumba de su inseparable amigo, o la de Fido de Borgo San Lorenzo en la Toscana que acudió, hasta el último de sus días, a esperar el regreso de su compañero, Luigi, un joven enviado al frente durante la Segunda Guerra Mundial y que nunca volvería, ejemplos todos ellos de inquebrantable y admirable fidelidad.

Ya lo dejó escrito Lord Byron en el epitafio a su perro, un terranova llamado Boatswain;

Aquí reposan los restos de una criatura que tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos” — (Lord Byron).

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